Hace pocos días recibí un correo con una invitación a ver “qué era lo que se descargaba en Las Mercedes” con Regional Light. El evento estaba pautado para el martes 22 de mayo a las cinco de la tarde. El punto de encuentro: la Plaza Alfredo Sadel. La cosa era que un van llevaría a los periodistas a un “punto sorpresa”.
Una vez montado en el vehículo, la cosa pintaba mejor: una Regional Light bien fría para pasar el calor mientras esperaba a los demás periodistas (no me gusta la cerveza, así que si no leíste con tono sarcástico, vuelve a leer). Al final llegaron unos cuantos y partimos. Agarramos la principal de Las Mercedes con una advertencia previa: “Abran las ventanas para que se vayan enterando de la sorpresa”. Yo me esperaba mujeres desnudas o con trajes de baño dorado, como los que usa “la catira”, peleando en barro en plena hora pico. ¡No!
Un gran telón negro cubría el espacio donde anteriormente había unos astronautas, mientras que en la calle revoloteaban promotoras con franelas negras con el logo de la marca. La gente se aglomeraba en las islas y cruzaban de un lado al otro sincronizados con los semáforos. La cosa pintaba buena. Me bajé de la van cual estrella VIP que llega a saciar su fanaticada con su talento, aunque ellos no tuvieran ni puta idea de quién soy yo. En fin, ahí estaba, parado, viendo el gran mantón negro, fumándome un cigarro, viendo carros ir y venir y temiendo porque un motorizado me arrancara el celular de las manos.
Resulta que el “magno evento” estaría sincronizado con La Mega para transmitir el audio de un concierto que iba a tener lugar ahí. ¡Sí!, un concierto, en plana avenida principal de Las Mercedes, en hora pico. ¡Bravo por el publicista que se lanzó tremenda idea! Resulta que todo estaba dispuesto para bajar el telón, prender las luces, subirle el volumen a las cornetas y lanzar a unos cuantos niños a bailar a la calle (creo que intentaban hacer un Flashmob) al ritmo de la música de quién-sabe-usted-qué-cantante- de-reguetón. Todo estaba preparado, cuando desde las grandes cornetas dispuestas para que Las Mercedes retumbara al sonido de la pachanga, salieron las gloriosas notas del himno nacional y solo me imaginé al técnico de audio o al utility de turno decir: “¡Marico, apaga esa mierda que se encadenó Chávez!”.
Se bajaron los ánimos. Se recogió la muchachera y la gente ahogó un grito de decepción. Mi pregunta fue: “¿Y ahora qué?”. Según nos informó la chica encargada de las comunicaciones, la marca estaba montando un plan B. Más vale que no. Tardaron más de hora y media en volver a inventarse una nueva parafernalia, porque eso fue lo que hicieron, ahí no hubo backup, simple improvisación. Las piernas me dolían, me bajé como 5 cigarros mientras esperaba. Odiaba al mundo y odiaba a Chávez, pero más odiaba mi curiosidad por no dejarme mover de ahí y querer saber en qué iba a acabar todo.
Al parecer la cosa se retrasó pues el permiso que les había otorgado la Alcaldía de Baruta no contemplaba cadenas presidenciales. Ahí comenzó la disputa con el policía de turno, a punta de corbatas y tacones arrinconaron al pobre individuo. Mínimo ahí debía estar hasta el presidente de la compañía. A la distancia yo solo veía como se levantaban las manos, los teléfonos y el frizz de alguna que otra ejecutiva alterada.
A las 7 y un poco más, todo resuelto, todo listo, los chamos en la calle, el tráfico paralizado y ¡puff!, cayó el telón. Tres panas cantaban en una pequeña tarima improvisada al ritmo de una canción que he escuchado en alguna de las orgipiñatas a las que voy y que con tragos de más uno baila bien sabroso. Uno de ellos era un pelón, de esos que no faltan en cualquier grupito de reguetón, un Pitbull cualquiera pero sin tercera pierna –sin talento, pues-, la cosa iba así: ¡Y míralo, aquí estoy yo, para darte un mundo mejor, déjame entrar en tu corazón, pe-pe-pégate, pégate! (WTF?). La parafernalia continuó por 3 canciones más. Al final mis pies quedaron cansados y no por bailar, sino por toda la espera para terminar viendo a tres panas doblar, una lata en relieve con audífonos y una pantalla LED que no dejaba de mostrar el hashtag #modomusica.
La marca mantiene el concepto “Nada” con el cual han mantenido su comunicación desde hace un poco más de un año, ahora ligado a la música y a las redes sociales. Mi conclusión es que yo no hago “nada” con una Regional Light en mis manos porque ni me gusta esa cerveza, ni me gusta la “música” con la que pretenden que acompañe la bebida.
@Ecxs
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